miércoles, 11 de enero de 2012

Un ‘paxáu’ de indignación

La Voz de Asturias. El edificio ocupado de La Madreña acoge un taller de cestos tradicionales. El Centro Social Okupado y Autogestionado de La Madreña, en la calle General Elorza, no para. A las numerosas conferencias y espectáculos que ofrecen ayer sumaron otra actividad más tradicional: un taller de cestería artesanal que corrió a cargo del investigador y experto de la cestería española, Carlos Fontales, que vive a medio camino entre su Galicia natal y Madrid, dando cursos y conferencias relacionadas con la recuperación de lo que para él es más que un oficio o un arte; una tradición y parte de la historia de España, un país que, explica, tiene la más rica tradición cestera de Europa.

Desde el carreñu (pesebre) más grande que llevaba hierba, hasta la maniega o paxáu que servía a las mujeres de la posguerra para ir a por la comida que la cartilla de racionamiento permitía a cada familia. Eran ornamento y un bien muy útil con el que transportar todo tipo de cosas.
Hoy también es fácil verlas. La moda a hecho que se hayan vuelto a colar en los hogares, producto del diseño de interiores, en forma de asientos más o menos cómodos o de complementos o calzado femenino de estilo vintage .
Los materiales, como sus usos, han ido adaptándose a los tiempos y evolucionando, llegando incluso a escurrirse en los estilos arquitectónicos más vanguardistas. “La cestería se basa en los usos y costumbres de la gente, se hacen con lo que se tiene a mano, por eso en España hay tanta riqueza desde la naturaleza verde de la cornisa cantábrica al desierto de Almería”, expresa.
Fontales trata de transmitir la idea de que la cesta es testigo de la historia y lo refleja en las clases y en los libros que ya tiene a sus espaldas. Un blog retrata sus percepciones del día a día, donde tampoco se le escapa ninguna cesta en los lugares más recónditos o inesperados.
En este caso, el investigador, que ha recorrido la geografía española tratando de recuperar técnicas y formas que solo quedaban en la memoria de los más mayores del lugar, se acercó a enseñar desde otra realidad; la de los denominados indignados .
Allí, trece personas aprendieron que las cestas no son sólo mimbre. También las hay de esparto, palmito, láminas de madera, paja, reciclaje, metal... “Se trata de disciplinas en plena ebullición” por ello los materiales son infinitos.
Aunque los recipientes de plástico han sustituido en muchos casos estas piezas artesanales, la cesta se reinventa y se vale del plástico o el papel para seguir siendo útil, como en el caso de los reciclajes.
En este sentido, tienen mucho que ver con el movimiento de renovación política que encabeza la ocupación del centro. Al respecto, el docente explica que la cesta puede ser una vía más para “depender menos de un sistema diabólico y promover la riqueza creativa, luchando contra la dependencia del mercado”. La recuperación de las técnicas hará la labor, comenta, de recuperación de objetos que son, en muchos casos, los símbolos de poblaciones enteras, perpetuando así un uso que se encuentra en peligro por la falta de escuelas donde investigar con fibras vegetales.
El arte de las cestas también depende del interés de las instituciones por apoyar iniciativas como la de La Madreña. La “falta de sensibilidad” con esta tradición es otra asignatura pendiente de los políticos.

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