domingo, 17 de marzo de 2013

La nueva ciudad social y cultura

El COMERCIO. IDOYA REY / MARÍA LASTRA.Nacen para paliar las carencias que deja la crisis económica, crear un pensamiento crítico y, dicen, responde a un «cambio de paradigma»
Algunos días, vecinos de la ciudad se acercan hasta el Centro Social Ocupado y Autogestionado de La Madreña para curiosear. «¿Quién manda aquí?», preguntan. La sociedad está acostumbrada a modelos jerárquicos. Aunque algo está cambiando. En Oviedo, a los proyectos de autogestión más veteranos como L' Arcu La Vieya y Cambalache, se han sumado en los últimos años otra media docena.
Los recortes de la crisis económica y las movilizaciones ciudadanas han empujado a diferentes colectivos hacia el 'hazlo tu mismo'. Y eso a pesar de que la forma de autogestión puede ser quizás la más compleja que exista. «Es un camino difícil. Es lento, pero muy sólido», cuentan desde L'Arcu La Vieya, los más añejos de la ciudad, una urbe en construcción social y cultural.
De entre todos los incipientes proyectos de autogestión, el más conocido quizás sea el de La Madreña. Un grupo de personas del movimiento 15-M, ocupó hace año y medio el edificio de la antigua consejería de Salud, en General Elorza. «Queríamos denunciar la especulación urbanística y teníamos una clara intención política», explican Emilio León y Julio Alberto Rodríguez, miembros de la asamblea.
Pensaban entonces, que durarían una semana, quince días a lo sumo, antes de que la Policía les desalojara. No ocurrió. «Tuvimos que improvisar y así nació el centro social, que se fue llenando de actividades»,. En La Madreña todos las semanas hay malabares, taller de crianza, yoga, conversación en inglés, lengua de signos, defensa personal, charlas...Todo lo que la gente proponga, «porque nos organizamos de una forma abierta. Todas las propuestas tienen cabida siempre que no sean retrogradas, fascistas o sexistas», señalan Rosa Cortina y Alba Gil.
Creen que el movimiento del 15-M (ellos ya son otra cosa) ha dado un vuelco «en la gente, que se ha dado cuenta de que la cooperación es posible». Ellos lo hacen, colaboran con otros colectivos. Por ejemplo, con Cambalache.
El camino de la autogestión no es fácil. Cambalache nació del movimiento estudiantil, pero en diez años han cambiado muchas cosas. «El matiz estudiantil se perdió enseguida», asegura Eduardo Romero, pero el interés por la cultura, la política y la construcción de un pensamiento crítico sigue intacto. Disponen de un grupo de consumo responsable, apoyo a la inmigración y al feminismo, un grupo de yoga y una firme apuesta por la autoformación con una editorial propia.
Como grupo autogestionado, la distribución y venta es su principal vía de financiación, pero como espacio libre han decidido que todos los libros estén también disponibles en formato pdf en su página web. Con ello y las aportaciones de los socios han conseguido mantenerse. Porque cuando Cambalache se puso en marcha, el único que hacía algo parecido era L'Arcu La Vieya. Ahora, sin embargo, hay muchos otros, algo que «siempre es una buena noticia», dice Eva Martínez.
Como Cambalache, L'Arcu la Vieya ha tenido su reflexión interna hasta llegar a lo que es: un grupo con un discurso de izquierdas centrado en la agroecología. Este mes cumplen 15 años. «El espacio nació por la necesidad que tenían muchas asociaciones de reunirse y no existían locales. Se comenzó a financiar con una tienda de comercio justo, que también ha evolucionado», cuentan Íñigo González y María Arce.
El comercio justo ya no se ve como una relación norte-sur, sino también desde la perspectiva de proximidad. Su local, además de tienda, es lugar de charlas, cenador mensual con productos agroecológicos y vegetarianos, biblioteca y venden ropa de segunda mano por un euro.
Sin trasfondo político
Han surgido en la ciudad otros proyectos de autogestión sin planteamientos políticos de por medio, más cercanos al 'coworking' social y cultural. Paraíso Local Creativo es uno de ellos. «Partió de colectivos como Lata de Zinc, y otras asociaciones que tenían falta de un sitio para trabajar. Se juntó un grupo de gente suficiente para colaborar», explica José Álvarez. Su objetivo «es hacer algo común dentro de la vanguardia social y cultural», dentro «del cambio de paradigma que estamos viviendo a nivel mundial». Desarrollan sus actividades internas y trabajos de arte y también organizan sesiones externas, como la performance que se celebró ayer en el local de la calle Paraíso, «una calle que es la otra cara de Oviedo». Teatro, artes plásticas y visuales, música, un taller de reciclaje de bicicletas, diseño y fotografía, son algunas de las creaciones que allí se gestan.
Con poco más de un año de vida, La Fábrica de Ideas también está ofreciendo respuestas a las necesidades sociales y culturales, a través de un proyecto privado autosostenible. Rebeca de Soignie comprobó que «no hay en la ciudad muchos espacios donde desarrollar actividades». Fue así como puso en marcha éste. Ofrecen un alquiler de 150 euros mensuales para asociaciones. Se definen como un espacio que permite a profesionales compartir un lugar de trabajo. Talleres, ocio infantil, pequeñas empresas, asociaciones o un huerto familiar son solo un pequeño ejemplo de lo que puede encontrarse en este local de la calle Buenaventura Paredes.
El C

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