lunes, 12 de marzo de 2012

El capitalismo entra en una fase de corrosión terminal

LVA. Andrea Suárez. Es una perspectiva de recesión muy diferente de la oficial, que nace de la idea de que si vivimos en un planeta con recursos limitados no tiene mucho sentido que aspiremos a seguir creciendo ilimitadamente. Parte de la certeza de que en el norte opulento hemos dejado claramente atrás las posibilidades medioambientales y de recursos que la tierra nos ofrece y podemos vivir mejor por menos, rompiendo esa fraudulenta identificación entre consumo y felicidad que se nos ofrece por todas partes”. Esta es la tesis que Carlos Taibo, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid, y uno de los intelectuales progresistas de referencia, defendió esta semana en el Centro Social Ocupado y Autogestionado de La Madreña, en Oviedo, dentro de una charla que giró en torno a la Teoría del Decrecimiento, una rama de la ecología.

La Madreña acogía esta conferencia, una de las más importantes desde el inicio de su actividad y aglutinó a decenas de personas con las que Taibo charló, para más tarde entrevistarse con LA VOZ DE ASTURIAS.

“El capitalismo ha entrado en una fase de corrosión terminal”, cuenta. Su teoría parte de una reflexión y un estudio continuados. Explica que se habla de un “sistema que históricamente ha demostrado una formidable capacidad de adaptación a los retos más dispares”, pero ahora mismo “la pregunta es si no está perdiendo los mecanismos de freno que en el pasado le permitieron salvar la cara”.

¿Está el capitalismo agotado entonces? Taibo lo tiene claro: “Una de las primeras declaraciones del ministro De Guindos es que los dos primeros trimestres del año iban a ser de recesión. Cuando un periodista le preguntó qué venía después, se limitó a decir que no lo sabía. Se instala entre la población la idea de que la crisis va a ser mucho más prolongada de lo que se esperaba. Que hay años de crisis por delante, incluso decenios. Lo que nos hace desechar la idea de que hay etapas de crisis y etapas de bonanza. En cierto sentido es una metáfora. Hay que pensar seriamente si no estamos reconstruyendo muchas de las reglas del juego propias del capitalismo del siglo XIX, algo que inevitablemente conduce a una etapa de confrontaciones muy agudas”.

Unas confrontaciones que quizá estén comenzando y que se reflejan en el movimiento 15-M, que califica como “lo mejor que nos ha pasado en mucho tiempo”.

El rescate de la UE La gente se siente estafada y el debate “ficticio” del déficit es un ejemplo. “España tiene un problema gravísimo de deuda privada y, sin embargo, todas las políticas aluden a la pública. El temor de que los bancos se vengan abajo y que se desmorone el sistema financiero es lo que presiona para asumir políticas fiscales que en suma son las mismas que nos han conducido a la crisis. Cuando por ejemplo se sube el IRPF se reduce el dinero en manos de la ciudadanía, se reduce el consumo y el crecimiento y la recaudación fiscal al final será más baja y esto es un fiel retrato de lo que tenemos entre manos. Se ha dicho que muchas de las medidas estaban encaminadas a evitar un rescate de la Unión Europea pero en realidad aplicamos un programa de rescate en distintos términos pero con consecuencias similares”. La reforma laboral es otro palo al trabajador que, en su opinión, es “un parche a corto plazo” que servirá para “acrecentar el desempleo”.

La respuesta social “era de esperar”. No obstante, Taibo recalca que “hay que prestar atención a dos procesos distintos, uno el que protagoniza gente joven, de las clases medias, en activo proceso de desplazamiento, el núcleo del 15-M” “Y luego está la actitud pasiva y temerosa de la mayoría de los asalariados que se refleja en la actitud de los sindicatos mayoritarios. Las clases medias desplazadas asumen posiciones más radicales que los restos del viejo proletariado. Curiosidad que nos obliga a pensar -añade- en los conceptos que creíamos sólidamente aceptados. El miedo les aconseja asumir conductas prudentes porque consideran que peligra un puesto de trabajo que en un momento como el presente les parece un privilegio”.

Ante este descontento quizá deberían darse por aludidos los políticos, pero no ha sido así. El profesor afirma que esta situación podría llevar al país a un contexto similar al de “la Italia de 1990 cuando literalmente desaparecieron los grandes partidos”.

¿Y qué ha sido de Europa? “Hace unas semanas concluía una encuesta que solo el 28% de los españoles creen en la Unión Europea”, espeta. Hace unos años rondaba el 80%. “El euro, que era una moneda mágica, ahora la percibimos como una fuente adicional de tensiones. No se puede asegurar que en diez años exista la Union Europea, algo que nos emplaza a un escenario delicadísimo”. Lo que tiene claro es que “España no jugará en la primera liga de Europa”.

Pero se vuelve a lo mismo. Quizá la crisis financiera es el menor de los problemas. “Estamos obsesionados”, dice. “Esto supone que olvidamos las crisis climáticas, el encarecimiento de las materias primas energéticas, los problemas demográficos de determinadas zonas del planeta…”. Un largo etcétera de puntos que pueden llegar a ser verdaderamente vitales en décadas y a los que no se presta atención.

“La situación de muchas mujeres, el expolio del sur... El 77% de los pobres del mundo son mujeres. Es significativo”, prosigue. “Si cada uno de estos problemas es tan importante por sí solo, la combinación de todos ellos es explosiva”. Y vuelve al origen: “El sistema está en fase terminal”.

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